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   El debate y los planteos sobre la
  “deshumanización” de la medicina actual es moneda corriente. Reduccionismo
  genético, medicalización de la vida, tecnomedicina, especialistas “en uña” y
  una merma en la elección de las especialidades básicas son algunas de las
  características de la medicina contemporánea. En este contexto “deshumanizado”,
  reemerge la bioética como síndrome cultural.  
  Se acepta que el neologismo “bioética” surgió en
  1970, cuando el bioquímico estadounidense Van Rensselaer Potter lo publicó
  por primera vez en la revista Perspectives in Biology and Medicine, en un
  artículo anticipatorio de su libro Bioethics: Bridge to the Future, de 1971
  (1,2). La idea de Potter era reconstruir el puente entre las ciencias
  biomédicas y la ética, “un puente hacia el futuro”. Transcurrieron 52 años, y
  la bioética, si bien ya se ha convertido en una disciplina, aún lucha por
  afirmarse y ser aceptada por el escepticismo de la praxis médica. 
  En medicina, la bioética representa un espacio
  para el análisis crítico y la reflexión sistemática sobre las propias
  prácticas. No obstante, y he aquí la cuestión, la práctica (en la clínica) de
  la bioética precede a la disciplina (teórica) bioética. La bioética siempre
  se practicó en la sala de internación, en el consultorio, en un ateneo, en un
  pase de sala, en la guardia, en la sala de autopsias, etc., y no solo en un
  comité hospitalario de bioética. Por ejemplo, cuando el equipo de médicos
  terapistas se reúne a debatir sobre los criterios técnicos para limitar o no
  un esfuerzo terapéutico o para asignar un recurso escaso y saturado, están
  haciendo bioética, porque el criterio técnico es un criterio médico, y toda
  acción médica exige conocimiento, humanidad y argumentación ética (3). O
  cuando un paciente sufre de dolor crónico invalidante y el médico entiende
  que, contra todos los prospectos, esa medicación off label quizá lo ayudará,
  y así estudia, se plantea, reflexiona, consulta, se relaciona con el paciente
  y comparte la información, está ejercitando la bioética. Así mismo, también
  se práctica la bioética cuando, por ejemplo, ante una mujer embarazada de 12
  semanas recién diagnosticada de cáncer de mama, que quiere olvidar por un
  tiempo el cáncer y continuar con su embarazo, el médico reflexiona, analiza,
  investiga, entiende y acompaña esa decisión autónoma de la paciente.  
  Es decir, no se necesita ser “bioeticista” para
  practicar la bioética clínica, sino valorar e insistir con ese espacio de
  reflexión —y formación— ética que, dadas las circunstancias de la vida
  contemporánea, hemos perdido. Porque ejercer la bioética es reafirmar que “la
  medicina es una ciencia social y que la política no es otra cosa que medicina
  a gran escala” (4). 
   BIBLIOGRAFÍA 
   1.   Potter
  VR. Bioethics, science of survival.Perspectives in Biology and Medicine 1970;
  14: 127-53. 
  2. Potter VR. Bioethic: Bridge to the Future.
  Prentice – Hall, IC. EnglewoodCliffs, New Jersey 1971. 
  3. von Engelhardt D. El médico y el paciente
  entre la ciencia y la humanidad en Karl Jaspers. En: Dietrich von Engelhardt.
  Bioética y humanidades médicas. 1a edición. Biblos: Academia Argentina de
  Ética en Medicina. Buenos Aires, 2004. 
  4. Virchow RLK. Disease, life, and man, selected
  essays. Rather LJ, Translator; Stanford, Calif., Stanford University Press,
  1958. 
    
    
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